Ayudando hoy a
quien lo necesita será ayudado el día de mañana cuando lo necesite.
Ser generoso con su cónyuge, con los miembros de su familia
e incluso con los desconocidos es poseer un alma magnánima y demonstrar que
ciertamente existen valores intangibles que superan con creces el valor de lo
material, entre los cuales se encuentran la generosidad y la benevolencia, que
son el acto de ayudar desinteresadamente al prójimo sin afán de obtener nada a
cambio.
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Generoso es aquél que se acuerda de los desvalidos cuando todos los
demás los han olvidado: Sus palabras proporcionan estímulo y consuelo y sus
promesas son siempre respaldadas por acciones, sacrificándose siempre por todos
sin mediar esfuerzos, especialmente por sus seres queridos por todo lo cual se
encuentra un escalón por encima de los demás, ya que vive a caballo entre lo
humano y lo sublime.
La escuela de la vida nos enseña que nunca nadie es
tan autosuficiente como para no necesitar de alguien alguna vez y que en
ocasiones, sin darnos cuenta, estamos siendo sostenidos por manos generosas.
Cuán loable y digno de respeto y emulación aquél que
convierte ese acto de desprendimiento y bondad en su razón de vivir, ya que ser
generoso no es ser bobo, ingenuo o derrochador sino completar a quien lo
necesita sin quedar incompleto y compartir con los demás el pan, el techo y el
vestido y ayudar a quienes lo requieren sin que nadie se lo pida.
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