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¡No guarde rencor y viva en paz!
La lucha diaria por la supervivencia hace que a veces seamos heridos sin
maldad. Más que heridos, quedamos golpeados, sintiendo latir el dolor de la
incomprensión. Y eso nos provoca rencor. Éste pone una venda en el corazón y
ciega la razón. Nos volvemos personas amargas, ásperas, insensibles.
Pero la sangre, que son los moretones, se detiene con
el perdón, y la herida se cicatriza con la reconciliación.
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Sintonícese con su conciencia. Domine la intrepidez de sus actos. Trae
equilibrio y paz el entenderse bien con todos, y sobre todo consigo mismo.
Concientícese que donde hay amor el rencor no prospera.
A la primero señal de rencor encienda la luz del
perdón.
Su claridad sanará el dolor más profundo, porque el
perdón limpia el rencor del alma, así como el agua clara limpia el polvo de
nuestro cuerpo.
Inácio Dantas
libro: "Lecciones de Sabiduría"
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