¡Sea auténtico en sus actos!
El en más pobre o el más rico de los
ambientes, cuando sea momento de seriedad, muestre equilibrio, compostura,
integridad.
No deje que en usted depositen miradas de
desconfianza. La moral de un hombre es despreciada cuando su palabra es falsa y
su conducta dudosa. Todo lo que está hecho con falsedad es efímero,
despreciable. La falsedad es como la oscuridad que se disipa con los primeros
rayos de luz, la luz de la verdad.
¡Sea auténtico en su accionar!
Quien tiene actitudes sinceras es
respetado, considerado, valorizado. En aquel en quien reposa la verdad
despierta el buen carácter.
La verdad es un árbol frondoso. Vienen
tormentas de viento, arquean su tronco, pero ella siempre se mantiene de pie.
¡Sus flores son bellas, sus ramas rígidas, y sus raíces indestructibles!
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No hable mal de las personas ausentes. La
boca cerrada no expresa la palabra y guarda en secreto y protege el
pensamiento. Tenga el control de la llave. No la abra para dejar salir lo que
se podrá volver contra usted. Sea sabio, discreto, perspicaz.
Hablar
mal de las personas que no están presentes es lo miso que apuñalar por la
espalda. Resguárdese. Después que una palabra es dicha, no vuelve más dentro de
la garganta.
Contenga el ímpetu de opinar. Piense, pero
retenga para sí mismo su opinión. Deje surgir el momento adecuado para
expresarla. Las palabras maliciosas son como lava arrojada por la boca: lo que
alcanza, lo destruyen.
Hable bien. Lo que existe dentro de una
persona pude ser visto por las cosas que ella dice.
¡Haga de la lengua una buena mensajera!
Aquellos que lo escuchen sabrán de su
carácter íntegro, y que usted jamás hablará de ellos cuando estuvieren
ausentes.
Inácio Dantas
Del libro “Lecciones de
Sabiduría”
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